El 72 Festival de Cannes, con un jurado presidido por Alejandro González Iñarritu, ha dado su palmarés, dejando fuera a una serie de importantes candidatos y colocando a otros (posiblemente medianías). Pero, bien, hemos disfrutado de verdad. Cierto es que al premiar a Banderas -no permitía conceder la Palma a Pedro Almodóvar-. Su película «Dolor y gloria» funciona muy bien en las taquillas de España y Francia. Es cierto también que su filmautobiográfico es menos «tonto» que otros filmes suyos, pero Pedro no tiene el background de Fellini o de Woody Allen y el resultado deja que desear-. Cierto también que el jurado premió a los hermanos Dardenne –El joven Ahmed- ganó el premio a la puesta en escena- , pero no ha habido ninguna compensación para Bellocchio, cuyo film Il traditore sobrepasa sus propios fantasmas para hablarnos como Rosi o Sciascia de la Cosa Nostra. Tampoco se premió al gigante Ken Loach y su magistral «Sorry we missed» you, escrita con Paul Laverty.

El jurado concedió la Palma a «Parásito», de Bong Joon-ho, un Coreano que nos mantiene atentos más de dos horas con las vicisitudes de un par de familias de muy diferente condición social. Un gran film, sin duda. Aunque de verdad lo que me sorprendió y mucho es La Gomera / Las siffleurs, del rumano Corneliu Porumboiu, un filme en la línea de Pierrot le fou, de Godard, y de Supergolpe en Manhattan / Anderson tapas, de Lumet, en el que Agustí Villaronga tiene una importante cometido como actor, lleno de ironía, mordacidad y música -inolvidables Lotte Lenya y Kurt Weil- condenado de antemano a la incomprensión y al olvido -hacia mención del jurado-. Ni a Mektoub, my love, intremezzo, de Abtelatif Kechiche, cuatro horas que exigían demasiada paciencia, ni Once upon a time … in Hollywood, de Quentin Tarantino, que no pude ver porque es el único film (quizás su formato) que no ocurrió el sábado en la repesca de la sección oficial, donde tampoco pude ver -por overbooking después de horas de cola- el film de Terence Malik, A hidden life, el filme de Justine Triet, Sybil, o el filme de Elia Suleiman It must the Heaven, mención especial del jurado.

Contaban con interés las premiadas Atlantique, ópera prima de ficción dirigida por la actriz Mati Diop, una buena crónica de la ciudad de Dakar (Grand Prix); Les miserables, de Ladji Ly, también ópera prima de ficción de un esforzado cineasta que nos da una visión muy dura de un conflictivo y abandonado barrio (premio del jurado ex aequo); y el film de Celine Sciamma Portrait of a lady in fire, una aventura de época, premio al mejor guión. Menos interés o casi ninguna en un festival saturado, y también premiadas, la brasileña Bacurau, codirigida por Kieber Mendonça Filho y Juliano Domelles, exagerado relato (premio del jurado ex aequo), la inútil y sólo válida para un festival de serie B y de terror / suspense Litle Joe, de Jessica Hausner, una película sobre flores de venenoso polen (premio de interpretación femenina para Emily Beacham).

Sin premio, pero igualmente inútiles, la película de Ira Sachs, Frankie, un relamerse folletín, y el satírico, sin gracia, The dead do not die, de Jim Jarmusch, film inaugural con zombies, y Nang barro che zhan de Ju hoy / El lago de las ocas salvajes, de Diao Yinan, realizador chino de las estupendas Black coal y La ducha, esta vez perdido años después en ajustes de cuentas demasiado violentos.

Sólo quedan dos filmes de la sección oficial. Sin premios, con directores cargados de pasado y de futuro, y con interés por encima de la media: Arnaud Desplechin Y su noir Roubaix, une Lumière, protagonizado por policías en una conflictiva sociedad y Xavier Dolan, director y protagonista de Matthias te Maxime , un relato de amor homosexual tan agudo como maldito.

TONI Lloréns