Sabía que no podría hacer Dogma durante toda su carrera, pero la naturaleza de este movimiento no se le olvida a Juan Pinzás: “el Dogma no deja de ser una búsqueda, hay que ser capaz de escarbar en los personajes y en su mundo interior sin preocuparse mucho de la trama, entrar en la miseria y en las virtudes del ser humano, en sus dudas”. Está convencido de que el cine hay que reinventarlo continuamente, “el Dogma pretendía volver a la esencia del cine. Lars von Trier marcaba una diferencia con la nouvelle vague, aquí todos nos poníamos un uniforme y no firmábamos las películas”.

Pinzás rememoró de qué modo se adentro en este movimiento que encabezó Lars von Trier en el Festival de Cannes de 1995. “Después de hacer La leyenda de la doncella, yo quería hacer otro tipo de cine. El año que estuvieron los daneses en Cannes yo tenía un proyecto que era prácticamente lo mismo y y nos permitía unas libertades enormes”. Le sorprendió cómo cineastas de nacionalidades diferentes pensaban lo mismo y al ver lo ocurrido en el certamen galo quisieron unirse a ellos –“Nos dijeron que no tenían contemplado abrirse a realizadores no daneses, pero les propuse hacer Dogma español y les pareció bien. Eligieron Érase otra vez para participar en el Festival de Moscú y el éxito fue tremendo, por las calles me daban besos las moscovitas”–. Les dieron el certificado Dogma 22. Después hicieron Días de boda y les preguntaron vía correo electrónico si iban a hacer la tercera porque el movimiento se iba a cerrar, “nos otorgaron el último certificado sobre proyecto, el último diploma que se otorgó”.


Fuera del Dogma

En sus últimas películas también interviene como actor, “porque mi cine también habla de mí”, declara este cineasta que nunca ha pretendido que “el cine sea solo entretenimiento. Hay mucho cine comercial pero hay que preocuparse por hacer un cine diferente. Para mí no es tan importante contar una historia, pero tengo claro que cualquier obra artística debe obligar al público a reflexionar”. Cuando le preguntan para quién hace cine, él responde que “para gente que busca crecer, que quiera plantearse cosas, gente que se lleve la película a casa con la necesidad de comentarla con su familia”.

En su próximo proyecto, El vientre de Europa, se ha enfrentado de nuevo a hacer “un filme con pocos medios pero con mucha necesidad. Para esta película hice un decálogo, quise retomar aquello de los diez mandamientos del Dogma aunque ninguno tenga nada que ver con aquello”. En esta ocasión, Pinzás ha creado diez normas para aplicárselas a su forma de dirigir y a su cine. En la memoria, aún le pervive el enorme poso que el Dogma le dejó.

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