Ya hemos incorporado -en últimos años- el concepto de la «tokenización» a nuestro lenguaje cotidiano: Tokenizar nos permite compartir una porción de propiedad de un activo como un inmueble, un terreno, una empresa…. También un bien físico como podría ser, justamente, una película… Si estos «token» se pueden asociar a participaciones de una sociedad (que quedan «autentificados» en la blockchain con total transparencia) tenemos ante nosotros un instrumento fantástico para muchísimas actividades.

Lógicamente, en nuestro caso, para viabilizar económicamente proyectos audiovisuales… Imaginemos que en una plataforma de tokenización, un «marketplace», aparece la posibilidad de «tokenizar» con participaciones a partir de 500 euros, la próxima película, pongamos por caso, de Isabel Coixet… Probablemente muchas de las personas que leamos este artículo estaríamos dispuestos a hacer esta apuesta. El «token» nos haria coparticipes del proyecto y estos «tokens» según está lógica se irían revalorizando  a medida que la película consigue éxitos en taquilla, ventas internacionales etc… No parece un mal plan… De hecho supone convertir a simples espectadores en «animadores» y «coproductores» de la película en cuestión … Estas personas que han invertido en una producción (que podrían ser miles) a su vez se convierten en prescriptores activos de la película, que generan una comunidad y traen espectadores a las salas, recomiendan la película en las plataformas etc…

¿Qué impide esta posibilidad? Al parecer, estas operaciones consideradas tradicionalmente «inversión» tienen un marco regulatorio muy estricto para proteger al inversor. Hay reguladores a nivel europeo como las próximas directivas MICA. También en nuestro país, concretamente la CNMV: Dado que estas instituciones son conscientes de las novedades que traerá la nueva economía de base digital no se cierran a la evolución sino que proponen que los proyectos entren en «sandbox»… Nos explicamos,. el «sandbox» son «entornos aislados de pruebas»… Es una palabra que se pondrá posiblemente de moda en otros terrenos: «sandbox» de proyectos urbanos, sandbox de nuevos cultivos etc…

Ahora mismo en 2023 nuestro país es posible tokenizar inmuebles, quizá algo en metales preciosos y poca cosa más… Si uno va siguiendo la actividad de este «sandbox» se tiene la sensación que los proyectos entran en el mismo pero -hasta donde yo he visto- no acaban de validarse y de implantarse en el mercado financiero. Parece buena cosa que exista un regulador institucional… Seguramente con un marco regulatorio adecuado no habría existido la volatilidad y los engaños que se han producido en el mundo de los NFT (no fungible tokens). Hasta aquí, de acuerdo pero al fin, el regulador no puede ser también un «ahogador». .. 

A ver cuando será posible que podamos «apostar» unos «cuartos» por directores/as que nos entusiasman… Sería un salto auténticamente disruptivo…