La montadora recordó sus inicios en el séptimo arte con el documental Numax presenta,  al que guarda especial cariño. “Joaquín Jordá me miraba porque en lugar de montar yo me quedaba impresionada con el material. Él fue quien me introdujo a Vicente Aranda para montar Asesinato en el Comité Central, y ese fue el inicio de una carrera más profesional”, rememoró.

 

Una de las luchas que abanderó Font al principio de su trayectoria fue el sonido, al que consideraba “maltratado”. Afirma que encontró muchas diferencias en la calidad entre lo que se hacía en los 80 en Barcelona y lo que se hacía en Madrid y que, en esa época, se utilizaban sonidos de referencia. “Tiempo de silencio la monté estudiándome las bocas”, recordó Font, que empezó a pedir más tiempo para ocuparse también de las mezclas.

 

“Me reñían mucho. En Jamón, jamón no llegábamos a los plazos porque los productores consideraban que no hacía falta más tiempo para preocuparse por el sonido”, relató. Ese cambio se ve entre Berlín Blues, una cinta que salió adelante a pesar de los problemas a los que tuvo que hacer frente su director Ricardo Franco, y Fanny “Pelopaja”– “Fanny tiene un gran sonido que acompaña, las mezclas envuelven, hay ambiente”–.

 

Para la montadora cortar es siempre “muy duro” y debe ir acompañado de una justificación. “Vicente Aranda me ponía siempre enfrente de mis decisiones de montajes”, explicó Font, que monta en relación a sus notas, cuáles son las mejores tomas y a la primera impresión del realizador. “Siempre miro a un director porque sus reacciones son muy importantes. No sabe como he cambiado de plano y donde he cortado y enseguida se ve si le funciona”, afirmó.

 

 

Re-escribir desde el montaje

 

Además de nombres consagrados de nuestra industria, Font ha trabajado con directores que entonces eran noveles o afrontaban sus segundas y terceras películas, como es el caso de Ramón Salazar y el uruguayo Álvaro Brechner, que también participaron en el encuentro. El director de Piedras tenía muy claro que quería una mujer como montadora y afirmó que Font cambió la forma en que afronta las películas.

 

“Lo particular de nuestro trabajo fue que Teresa iba montando mientras estábamos rodando. Ver el material de la semana pre-montado nos daba una dimensión clara de por donde seguir. Venía al rodaje y ofrecía soluciones cuando aún estaba en la localización”, explicó Salazar, que agradece a la montadora que participara durante todo el proceso y la posproducción, no solo en el montaje.

 

Por su parte, Álvaro Brechner destacó “su sabiduría y su generosidad”, de la que fue testigo en Mal día para pescar. “Lo maravilloso de trabajar con Teresa es que es una persona que cubre el espectro de contadora de historias de principio a fin”, defiende el realizador uruguayo para el que el montaje también entraña autoría.  “Las películas se escriben tres veces: en el guión, en el rodaje y en el montaje”, asegura.

 

Su encuentro con la famosa montadora de Scorsese, Thelma Schoonmaker, a la que visitó cuando estaban montando Casino, o la buena época en la que vivió en los 90 –“Hubo un momento que no pude montar todo lo que me ofrecían”–  son otras de las anécdotas que marcan la carrera de Font, que tras recibir el galardón en Málaga abordará nuevos proyectos; Canned peaches, una cinta dominicana, y el próximo título de Luis Oliveros, producido por Gerardo Herrero.

 

En ellas seguirá aplicando su máxima de montaje. “Nuestra herramienta principal es nuestra experiencia vital, nuestra psicología, nuestros gustos, nuestro sentido del ritmo… es lo que nos hace montadores, por tanto somos imperfectos”, sentencia.

 

 

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