MÚSICA HACIA LA ETERNIDAD
Año: 2024
Duración: 106 min.
País: España
Dirección: Carlos Marques-Marcet
Guion: Carlos Marques-Marcet, Clara Roquet, Coral Cruz
Reparto: Ángela Molina, Alfredo Castro, Mònica Almirall, Patrícia Bargalló, Manuela Biedermann…
Música: Maria Arnal
Fotografía: Gabriel Sandru
Coproducción España-Suiza-Italia;
Crítica:
Polvo serán se presenta en las salas avalada con merecidos reconocimientos en los festivales de Toronto y de la Seminci de Valladolid, en los que ha sorprendido gratamente su estilo atrevido y casi divertido abordando un tema concienzudamente serio.
Desde la primera escena esta película te sumerge deslumbrantemente con curiosa intensidad en los avatares y relaciones del matrimonio Claudia y Flavio (personajes encarnados por Ángela Molina y Alfredo Castro) y su familia, hijos y nietos, para superar una tragedia. El director Marqués-Marcet lo hace, a veces casi de una manera festiva, pasando sin complejos del drama a la comedia musical, con frecuencia con números coreográficos visualmente espectaculares al estilo de los primeros musicales en color del Hollywood de los 40/50 del siglo pasado, pero con una ruptura de códigos visuales y musicales dignos de aplaudir por su atrevimiento, que para los personajes y, a la vez el propio espectador, representan suspiros de vida, como homenaje a momentos felices que vivieron a lo largo de su apasionante andadura de artistas.
Así que, partiendo de una dura realidad nos sumerge con frecuencia en el juego potente y desinhibido de un onirismo voluntario que da pie al espectáculo coreográfico de luz y energía creado por el colectivo La veronal que, con sonido de María Arnal, borda unas secuencias inimaginables que zarandean al espectador para no caer en lo que podría convertirse en un psicodrama. Deja, eso sí, en su última parte, un cierto regusto amargo que nos recuerda esa sensación que tuvimos al salir de la proyección “Bailar en la oscuridad” de Lars Von Trier.
Es una obra llena de pasión, que en ese arrebato desenfrenado por la incapacidad de no poder evitar lo irremediable muestra un sereno respeto por la libre decisión de elegir el propio final, a pesar, y asumiendo cada uno los efectos dolorosos que pueda resultar para los familiares.
Como la película esta fragmentada en bloques, es cierto que hay zonas de la narración más compactas y agradecidas, con un discurso afectivo más cercano y comprensible, porque toca más las fibras de la racionalidad sin alejarse del juego creativo. Marques-Marcet ha sabido implementar el interés en esa parte central -precisamente donde muchas películas navegan en aguas estancadas- donde se reúne toda la familia intentando propulsar los ánimos y donde los afectos se muestran magnéticos, que recuerdan la canción “Adios a la Mama” de Charles Aznavour, aunque aquí no suene la música es posible que el espectador mas maduro tenga presente la letra por mucho que el director intente evitar su evocación: “Ya están aquí, llegaron ya, a la llamada del amor, está muriendo la mamá. Todos al fin, llegaron ya, de todas partes del país, desde el mayor hasta el menor, todos en torno a la mamá”. Quizá conviene aclarar que en la película esa reunión se trata en un tono mucho más jocoso, aunque el sustrato sea el mismo.
Sin embargo, nos deja un regusto amargo la parte que trascurre en Suiza, con una atmósfera distante y espectral de solemnidad realista, donde se trasmite un gélido y ceremonioso final y, en donde las personas que lo conducen no aparentan ser humanas.
Es una obra felizmente atrevida, y por tanto arriesgada en su conjunto, pero de una madura lucidez donde se impone el lado creativo de autor, que nos invita a hacer una travesía donde experimentamos sentimientos dramáticos presentados en un envoltorio festivo, contemplando a los personajes como en un sueño, del cual se niegan a despertar.
Gran trabajo de Ángela Molina que muestra su capacidad de improvisar registros, bien acompañada por el excelente actor chileno Alfredo Castro y, atención a la revelación de una actriz inmensa Mònica Almirall, que siendo esta su primera película, imprime en cada escena que aparece la naturalidad emocional requerida para destacar sin recurrir a excentricidades ni histrionismos. Una perla como regalo interpretativo.
Pepe Méndez
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