Unción y martirio de falsa pureza

Pais: Rumania/ Año: 2024/ Duración: 105 min./
Dirección: Emanuel Pârvu
Guion: Miruna Berescu, Emanuel Pârvu
Intérpretes: Bogdan Dumitrache, Laura Vasiliu, Valeriu Andriuta, Adrian Titieni
Fotografía: Silviu Stavilã
FamArt Production, National Cinema Center
Sinopsis:
Ambientado en una comunidad conservadora del Delta del Danubio, Rumania, el viaje de autodescubrimiento de un adolescente gay choca con los valores tradicionales defendidos por sus padres, iglesia y vecinos.
Crítica:
Sé que es algo atípico, pero voy a empezar este comentario con una pregunta: ¿Cuantas Europas hay dentro de Europa?
La historia que nos cuenta Emanuel Pârvu no parece que quepa dentro de los países que conforman la Europa actual, pero debemos darle credibilidad y no tomarlo como una fábula fantasiosa, extravagante, ocurrida en un país que conforma la Europa multicultural y de respeto por la forma de vida de los que no piensan como ellos. Este drama percuta en nuestro moderno continente, con personajes exóticos y rancios, con mentalidades que siguen en la caverna de la Edad Media oponiéndose a la evolución del estado de las cosas, así que la historia que nos cuentan Miruna Verescu y Pârvu, hasta cierto punto y visto desde la actualidad, se puede interpretar como un drama con muchos ingredientes de surrealismo, aunque sea totalmente realista. Viendo Tres kilómetros al fin del mundo es difícil no retrotraerse a la estrecha moralidad y el machismo avalado por la iglesia, arrastrado hasta el último tercio del siglo pasado, que como denuncia mostraban magistralmente algunos dramas en el cine italiano en los años sesenta y hasta principio de los setenta. Alrededor todo era apoyo y silencio total.
Un guion excelente que el director materializa en imágenes de una manera precisa, y que sin titubeos ni distracciones se ciñe narrativamente a la médula central del drama, recogiendo en él un microcosmos de emoción e injusto sufrimiento personal de una víctima, Adi -alrededor del cual permuta la historia- pero también ese macrocosmos de fuerzas culturales arraigadas en la mente de una parte de la sociedad que se resisten a aceptar que el mundo ha cambiado fuera de su estrecho entorno moral religioso.
Esos mundos contrapuestos dentro de una misma sociedad llena de convencionalismos y poderes fácticos se muestran en lucha, así como, de alguna manera, en nombre de salvar la buena imagen de esos poderes y no llegar al escándalo, la justicia se implanta a medias, a golpe de órdenes superiores y a costa de eximir de responsabilidad a culpables confesos.
La película está narrada con un absorbente ritmo y tensión dramática que te lleva a desde el comienzo a implicarte emocionalmente. Los personajes se mueven en un entorno dramático áspero, creando una atmósfera realista fuera de tiempo, pero totalmente creíble, implementado por unas actuaciones, todas ellas excelentes, entre los cuales Bogdan Dumitrache, Laura Vasiliu y Ceprian Chiujdea destacan por llevar el peso del drama y, Alina Berzunteanu, por ser el contrapunto.
Una película llena de razones, tanto formales como dramáticas, para ir a verla sin que salgamos defraudados.
Pepe Méndez
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