«El cine es un invento sin futuro» parece que dijo Luis Lumière, cuando en los inicios del cinematógrafo, éste era una simple atracción de feria… Visto lo visto, parece que se equivocó estrepitosamente… El francés ha pasado a la historia como el inventor del llamado «séptimo arte» pero no como un visionario, como lo fue Julio Verne. De hecho, el cine ha tenido gran futuro y ha generado mucho negocio e inmensas fortunas (… y también grandes ruinas, sería la coletilla a anotar).

Durante décadas, el «negocio» fue diáfano, con una cadena de valor muy marcada: Un primer eslabón eran lógicamente las productoras, que generan el producto. A continuación las distribuidoras «colocaban» estas obras, en distintos territorios, en el tercer eslabón que sería la exhibición, las salas de cine, no sólo en grandes ciudades sino también en pueblos de escasa población.

  Producción, distribución y exhibición eran tres pasos muy preestablecidos y rígidos, que funcionaron con precisión durante mucho tiempo. De hecho, esta formula consolidó los grandes estudios americanos produciendo sus obras clásicas, que portaban sus copias en 35 mm. a través de distribuidoras al consumidor final en las salas de cine de prácticamente todo el mundo… Durante muchos años el «financiador» de las películas era el propio público que llenaba las salas generando el retorno sobre la inversión inicial.

Con la aparición de las televisiones, ya en los años sesenta del siglo pasado, estas empresas -broadcasters- se erigen en «segunda ventana». Se alarga así la vida del producto «cine», que comienza a plantearse como «producto audiovisual» y las televisiones se convierten, de hecho, en una segunda fuente de financiación del audiovisual, una opción de alargar y rentabilizar la vida de esta producción. Más tarde llegará la época de los «soportes» como «tercera ventana» y también tercer financiador, de alguna manera: DVD, Blue Ray, UHD…

Con la irrupción de Internet el llamado «producto audiovisual» que se servía en salas, televisores o soportes, se convierte en «contenido» que se «cuelga» inicialmente como producto «pirateado». Después llegan las plataformas que dignifican y difunden estos «contenidos audiovisuales» y serían, a  a su vez un «cuarto financiador»:  Tras este rapidísimo vuelo de dron sobre el mundo audiovisual, desde una perspectiva meramente mercantil y no cultural, convendremos que la financiación ha tenido tradicionalmente un taburete con estas patas.

Junto a estos cuatro sistemas tradicionales de financiación del producto audiovisual, hay aún una nueva opción. En últimos años en nuestro país hay una gran focalización de diversos sectores hacia los «contenidos audiovisuales»: Financieras grandes, medianas y pequeñas, consultoras de negocios, gestorías, despachos de abogados, profesionales autónomos que obtienen grandes beneficios etc… han girado su vista hacia nuestro sector. ¿Podría ser una «quinta pata» de potencial financiación? El interés que despierta el mundo audiovisual en estos ambientes es «muy interesado» valga la redundancia. Ahí advertimos dos caminos: las AIE (Asociaciones de Interés Económico) y los contratos de financiación, «desgravaciones fiscales » como tales.

En el primer caso la AIE permite entrar en una producción asumiendo riesgos limitados ya que supone una desgravación directa importante ya sea en IRPF o Impuesto de Sociedades. Por otro lado el llamado «contrato de financiación para una producción audiovisual» permite a empresas de cierto calibre con beneficios inviertan en cultura y especialmente en cine, con desgravaciones importantes en Hacienda. De hecho una empresa con resultados positivos entre la opción de pagar por su Impuesto de Sociedades una cifra relevante al Tesoro, puede invertir esta cantidad en producción audiovisual. 

Estas realidades potenciadas en últimos años han supuesto que dos mundos muy diferentes, el audiovisual por un lado, y el de empresarios, autónomos y financieras, por otras, tengan que llegar a acuerdos. No parecen negociaciones sencillas ya que ambos sectores tienen funcionamientos muy dispares: Nuestro mundo audiovisual trabaja con un producto de éxito incierto y no siempre sus dinámicas son estrictas, por ejemplo, en calendarización…  El encuentro de ambos mundos genera también reflexiones financieras a valorar: una película realizada hace más de 50 años puede llegar a generar beneficios en nuestros días, por lo que aunque se busque un retorno corto de la inversión con beneficios,. la versatilidad de un producto audiovisual para su venta en muchos territorios y a lo largo de muchos años supone potenciales ingresos redundantes… las reposiciones de clásicos de la animación, por ejemplo, serían un ejemplo a mano…

Al final, es crucial para el sector audiovisual que ambos universos se entiendan. Se están ensayando distintas fórmulas y es vital que «funcionen», para que se cree una auténtica industria del audiovisual, pero también para que se consolide el mecanismo como fórmula de éxito y evitar así que legisladores, en un futuro, muevan las disposiciones actuales.

Desde mi posición como coordinador de esta comunidad, asegurar que haremos todo lo que se pueda para que la fórmula funcione y prevalezca. Parafraseando al cineasta valenciano «Bienvenido Mister Desgravación Fiscal»…