En los años 60 y 70 Saura era, junto a su amigo y maestro Luis Buñuel, el orgullo del cine español en el mundo. Su pareja con el productor Elías Querejeta fructificó en un numerosas películas clave: La cazaLa prima AngélicaCría Cuervos o Deprisa, deprisa. Desde esa década, su impresionante creatividad y su afán de reinventarse lo llevaron a abrir nuevos caminos en la relación del cine con la guerra civil –Ay, Carmela-, con la música y la danza – Bodas de sangreCarmenFlamenco, Fados-, con la pintura –Goya en Burdeos– o en el teatro, la ópera y la fotografía, su inicial pasión.

Esa serie de circunstancias han coincidido pocos creadores.

Hoy ha tenido lugar el tributo al cineasta recientemente fallecido en el Auditorio del Museo Picasso de Málaga.

A la tertulia han acudido su mujer Eulalia Ramón y sus hijos Antonio y Anna, tras ella se ha proyectado su último largo, estrenado una semana antes de morir «Las paredes hablan».