(EL MITO SE CONFIESA)

Año: 2024

Duración: 98 min.

País: Francia

Dirección: Guillaume Nicloux

Guion: Nathalie LeuthreauGuillaume Nicloux

Reparto: Sandrine Kiberlain, Laurent Lafitte, Amira Casar, Pauline Etienne, Mathilde Olivier, Laurent Stocker,…

Música: Reynaldo Hahn

Fotografía: Yves Cape

Les Films du Kiosque. Distribuidora: Bac Films

Sinopsis:

Sarah Bernhardt como primera estrella mundial es libre, moderna, excéntrica y visionaria. Divina. Entre la leyenda y la fantasía, Sarah Bernhardt nos cuenta la historia de amor que marcó su vida y otras vicisitudes….

Crítica:

      Un extraño biopic de la actriz seguramente más famosa y universal de la historia de todos los tiempos, referenciada en su época como “la divina”.

      La película tiene una calidad extraordinaria en casi todas las parcelas creativas: la perfecta ambientación de la época, que abarcan 40 años, finales del siglo XIX y las dos primeras décadas del XX; una atmosfera entre bohemia y romántica llena de detalles históricos y cromatismos sensuales; escenarios típicamente recargados que bien reflejan la época y el ambiente que vivía el mundo de la intelectualidad y del arte.

         En medio de todo eso, los caprichos sentimentales de la estrella y, también las energías creativas que emergían a su alrededor y que ella controlaba con severidad y rigor implacables, porque a través del gesto y la palabra dominaba mejor que nadie en el mundo de la escena la trasmisión de la emocionalidad al público.

         En ese derroche visual espléndido, que no criticaremos negativamente y que, por momentos puede deslumbrar, pasan figuras literarias como Victor Hugo o Emile Zola, (al que ella animará a escribir su manifiesto “J’accuse” a favor de Alfred Dreyfus) y otros pintores y poetas con los que al final de su vida confesó sin ningún pudor, más bien con cierto orgullo, haberlos tenido como amantes.

           Como la película se centra más en su lado sentimental, ocupa un gran espacio su relación con el hombre que más impactó en su corazón, Lucien Guitry -otro gran actor de la época,  padre del director de cine, actor y dramaturgo francés Sacha Guitry- y, aunque es interesante la descripción de esa intensa relación, por la cual Sarah llega a perder el control y a humillarse ante el selecto público que como invitados asistía a una de sus fiestas, no es menos cierto que ese espacio nos roba muchísimos otros aspectos de su rica vida y sobre todo, su dilatada carrera, cuyas obras y montajes quedan ausentes y sin mencionar detalles.          Es una de esas películas que a pesar de todo lo que nos cuenta nos deja con ganas de haber sabido mas sobre un personaje artísticamente tan exuberante.

           La historia está contada con saltos temporales, porque la película se inicia cuando su éxito está en el inicio de su ocaso, ya de mayor, y sus recuerdos recobran vida y se dramatizan. Digamos que la narración está estructurada no linealmente, tan de moda en la actualidad, tanto en el cine como en las series, pero en este caso siempre nos mantiene clarificados en el tiempo histórico en el que están sucediendo las cosas.

           Sandrine Kiberlain, la actriz que encarna a Sarah, no guarda mucho parecido con el verdadero personaje, pero se apodera de él con gran facilidad, añadiendo su carisma y fuerza interpretativa para transmitirnos el poderío de esa figura, que en su tiempo traspasó los límites del escenario para convertirse casi en un espejo de libertad y de vida en el que todas las actrices y actores se miraban, pero al que nadie llegó a alcanzar su nivel. En esa línea, tengo el presentimiento que Kiberlain, más que querer imitarle se divierte con su papel, y esa actitud desprendida y casi folclórica sensualmente nos convence por su sinceridad, aunque al final haga acto de contrición, no como martirio sino como alegría, y esa sonrisa de la actriz colmará su plenitud.

Los demás intérpretes que le acompañan siguen ese nivel de ponerse en una obra situada en parte en lo que llamamos la “Belle époque” en el que tanto cabe la comedia romántica como el drama.

En general muy buena factura estética, pero carencias informativas en el discurso de la narración biográfica.

Pepe Méndez