Antes de nada debo admitir que me encanta la novela “Dune” de Frank Herbert. Y que con motivo del estreno del film la volví a leer. La novela original no tiene un material sencillo para adaptar a la gran pantalla. Es una historia épica sí, pero llena de sutilezas psicológicas, con planteamientos novedosos sobre la evolución humana, la ecología, el mesianismo y sus consecuencias negativas, con tintes budistas, donde se mezclan tecnologías futuras con aspectos medievales como las grandes casas de nobles, los comerciantes y un emperador. Donde cohabitan poderes mentales con campos de fuerza defensivos portátiles, armas de energía, atómicas y espadas. Dune es capaz de generar todo un universo rico y personal. Muchos de los hechos que suceden son explicados de antemano. Lo importante de la narración es cómo lo viven los personajes, que sienten y que piensan, como viven y cómo mueren.

¿Ha conseguido Villeneuve realmente transmitir lo esencial de la obra de Herbert?

En parte sí, en parte no. Vamos a explicarlo.

El Dune creado por el equipo de Dennis Villeneuve es una obra épica sin duda. Con una fotografía y un diseño de arte espectacular. Composiciones frías y perfectas. Destaca el trabajo de los grandes angulares preciosistas con planos cerrados íntimos. Su belleza formal está llevada a la esencia, presenta un minimalismo que impregna cada uno de sus planos. El desierto está presente de alguna manera en todo el metraje, aun cuando estemos lejos de él. El trabajo fotográfico de Greig Fraser (“ Vice”, “Rogue one”, “Let me in” “Zero dark Thirty”… ) es delicado. Recuerda al trabajo de Roger Deakins en “Blade Runner 2049”. Lo que habla muy bien de Dennis Villenueve que aun cambiando de director de fotografía mantiene su estética. Se mueve perfectamente entre la luz del desierto con la oscuridad de los interiores y las noches. Las subexposiciones y el trabajo de luz suave alterna con luces duras afiladas y sesgadas.  No se pierdan el ataque nocturno porque queda grabado en la retina por el  preciosismo de la destrucción. El despliegue cromático está muy cuidado, de los ocres del desierto y los freeman a los azules de los atreides y los negros de los harkonen. Cada plano de Dune rebosa amor por la imagen. A estas alturas no descubro nada si comento que el film se mueve en la línea de Blade Runner 2049, así que a quien no le guste esta se encontrará otra vez con una experiencia frustrante. Avanza lenta y majestuosa, se permite algún momento de confusión y montajes alternados en las visiones del protagonista (Paul Atreides), que tienen todo el sentido para la narrativa, pero que tal vez se hagan difíciles para los que no estén al tanto del universo de Frank Herbert. Todo ello acompañado por la banda sonora del estudio de Hans Zimmer. Que apabulla por momentos en su mezcla ecléctica de elementos árabes con laudes y percusión para arrakis y con gaitas celtas y vientos para los atreides. El sonido es un auténtico muro de sonido con motivos desérticos, electrónicos y con sintetizadores de varias capas. Tiene muchísima profundidad y es esencial disfrutarla en un buen cine porque puede llegar a reventar los graves. Eso sí, vuelve a estar muy por encima de los diálogos y su épica en algunos momentos puede llegar a saturar. A mi me paso en los últimos compases del film. 

En lo narrativo es extraño como alterna momentos de explicaciones muy toscas (los gusanos, los freemen, el planeta dune) con algunas lagunas en muchas de sus tramas y motivaciones de los personajes. Porque lo que le falta a este Dune del 2021 es profundidad psicológica y el latido de la imperfección humana. Y empieza a ser una constante del cine de Villenueve. Su elegancia estética contrasta con la falta de empatía para hacer nuestros sus personajes, que a veces parecen instrumentos para que la trama vaya avanzando. Desgraciadamente cuesta empatizar con ellos y comprenderlos. Creo que en algunas historias esto es perfecto, por ejemplo en el film «Sicario» del mismo director, funciona como un mecanismo de relojería. Pero en «Blade Runner 2049» o «Dune» ya no lo tengo claro. Me da la sensación que tenemos un problema. Por no decir lo desdibujados que quedan los Harkonen que son unos antagonistas magníficos en la novela. Es una lástima porque tiene un buen elenco de actores y Dennis Villenueve sabe dirigirlos como lo ha confirmado en multitud de ocasiones: Oscar Isaac, Josh Brolin, Jason Momoa, Stellan Skarsgård, hasta el propio Javier Bardem. Y aunque todos están estupendos la química se me hace distante. Destacan sobretodo Paul Atreides (Timothée Chalamet) y Dama Jessica (Rebecca Ferguson) que tienen los momentos más complicados emocionalmente, con muchos matices emocionales y subtextos. Salen bien parados de la situación aunque me sigue costando empatizar con ellos. 

Durante el filme me preguntaba qué le sucedería a un espectador que no haya leído la novela. En algunos tramos me parecía que podía quedar confuso y en otros momentos hubiera deseado contemplar el film sin conocer la obra, para no tener que juzgar algunas de sus soluciones.

Dune de 2021 es un auténtico espectáculo y la he disfrutado mucho. De la obra original tiene su grandiosidad y una poderosa imaginería visual y sonora, que lo acapara todo. Era complicado conseguir esa profundidad psicológica con tantos personajes y algunas de las ideas centrales de la historia quedan sepultadas bajo un manto de arena del desierto. La obra original de Frank Herbert es una obra muy complicada de adaptar.

En todo caso Dune es una cita obligatoria para los amantes del cine y de la ciencia ficción. No os la perdáis en una gran pantalla a ser posible con un proyector laser 4k y preparada para el sonido del dolby atmos. Todo el equipo de Villenueve ha dedicado 3 años para que la experiencia sea perfecta en las salas de cine. Con todos sus aciertos y errores que cada uno debe juzgar por si mismo.

Noel Méndez Budia Jefe de área de cinematografía EMAV