Se cumplirán el próximo noviembre treinta años de la trágica erupción del volcán Nevado del Ruiz, en Colombia. Aquel suceso, en la provincia de Armero, supuso más de 20.000 muertos pero será recordado, sobre todo, por las sobrecogedoras imágenes de la niña Omayra Sanchez, una niña que tendrá eternamente 13 ans. Esa joven colombiana de grandes ojos negros atrapada en los escombros, que lucha por sobrevivir. Sus piernas habían quedado bajo el agua, en una ciénaga, aprisionada por una pared de su casa que se le había venido encima. Aquel calvario que duró tres días, fue filmado por un cámara de TVE, Evaristo Cañete y también fue recogido en las sobrecogedoras fotografías que hizo el francés Frank Fournier, de la agencia “Contact Press Images”.
Las imágenes darán la vuelta al mundo y se convierten en el icono, el símbolo de aquel desastre, Treinta años más tarde, el lugar donde se produjo aquel incidente sigue siendo un lugar de peregrinación. En el programa “El ojo de la noticia” de TVE, Evaristo Cañete recuerda aquellos momentos trágicos. En el reportaje vemos al propio Cañete ayudando a los equipos de socorro locales a rescatar a la niña Lógicamente la cuestión que siempre flotará en aire sería si con mayores medios, habría podido evitarse aquella muerte.
También, en 2010, cuando se cumplían 25 años del drama, el programa de TVE “Informe semanal” volvió a recuperar las desgarradoras imágenes que grabó Cañete de Omayra, sumergida más de 70 horas, con el agua hasta la barbilla. Decía Cañete, hoy todavía impresionado, hoy todavía tocado por aquel desgarrador suceso: «No sé si aquello fue periodístico o no fue periodístico. No me lo planteé».
El reporter grabó aquello que vió,hizo lo que tenía que hacer como periodista, cámara e informador. Sin embargo, lo que ocurrió después de aquellas 70 horas significó un “antes y un después” en el tratamiento televisivo de los sucesos. Como dijo el comentarista Ferran Monegal en el Periódico de Cataluña “Los grandes pájaros que diseñan el modo, la manera de informar desde la televisión, comprendieron entonces, enseguida, que lo ideal para conseguir audiencias fabulosas no era tanto enseñar una muerte, sino mostrar la agonía del ser humano hasta llegar a ella . Este suceso de Omaira, encallada en la ciénaga y el lodo, durante horas y horas, despertó una ilusión bárbara entre el aquelarre de cuervos. Por primera vez, la tele retransmitió una agonía en directo, y no con final feliz, sino de muerte, que es el colofón ideal para provocar un buen impacto en la audiencia”.
Ciertamente, tras el caso Omaira la tele cambia el modo de enfocar los sucesos: Muchas veces, bajo la enfermiza búsqueda de esa agonía- espectáculo que genera audiencias se escarba en la intimidad de moribundos, de accidentados que son tratados sin respeto, que como bien dice Monegal “son perforados por las cámaras para conseguir esa adicción al morbo”.